Oki Toshio es un novelista que viaja a Kyoto en año nuevo para escuchar las campanas. En el camino surge el deseo de ver a Otoko, una pintora que antaño fue su amante, a la cual no ha visto por años. Tras su encuentro, Oki nota que Otoko es reservada ante él, evita quedarse a solas, y mantiene una actitud discreta, esto le hace pensar que ella aún debe estar enamorada, o al menos conserva un ápice de los sentimientos del pasado. Lo que parecía la despedida de un viejo a su juventud, se convierte en todo lo contrario, cuando Keiko, discípula de Otoko, decide vengar a su maestra por el destino que vivió tras relacionarse con Oki. Esta venganza exhuma los recuerdos de un pasado turbio, que los personajes creyeron haber superado, pero que incluso en el presente tienen gran influencia en sus actos.
A grandes rasgos esta es la trama de la novela de Kawabata, de un adiós que llama a lo que se despide, un intento por olvidar que termina por hacer aún más vívidos los recuerdos. Estas paradojas tan sólo son un reflejo del carácter de sus personajes, individuos viven por sus contradicciones, generando así una maldad caprichosa en todos ellos. Sus actos ondulan entre el arrepentimiento y el placer, reflexionan y evalúan detalles sobre sus condiciones morales, pero una vez que actúan toda la carga de valores se difumina.
Oki, en su camino a Kyoto, reflexiona sobre su relación con Otoko, en esta la pintora parece que sólo conoció el sufrimiento a su lado, vivir enamorada de un hombre casado cuando ella aún era menor de edad, tener un embarazo, la muerte de su hija, un intento de suicidio, ser la musa de una novela que exponía sus momentos más intimo y que además la idealizaba. Oki sabe que arruinó la vida de Otoko, o al menos le hizo vivir de una forma más dura de la que habría tenido si no lo hubiera conocido, aún así no puede evitar sentir felicidad cuando sospecha que Otoko aún conserva algo de amor por él.
Aunque el caso más representativo es Keiko, una muchacha de comportamiento enigmático, se propone elaborar una venganza en la que la persona vejada no guarda rencor, se venga por un hecho que todos han preferido olvidar, Keiko decide arriesgar toda su vida por una causa sin motivos, mas que terminar con el hastío cotidiano o complacer su sadismo. Es un personaje que busca el sufrimiento, que lo exige, y cuando este llega, lo sufre como si fuera inocente, como una víctima de su inconsciencia. Su venganza es la que revive el dolor de Otoko, le incita a abrir heridas que ya estaban cicatrizadas. En Oki también logra despertar su maldad caprichosa, lo levanta de su letargo senil y lo deja caer cuando su confianza parece ser la de sus días de juventud.
“ㅡY luego, en el instante crítico me oí a mí misma pronunciando tu nombre… ¡y él se quedó petrificado! Me sentí insultada por culpa tuya.”
Otoko al observar a Keiko sólo puede preguntarse si no fue ella la que indujo el sadismo en Keiko. La pintura se evalúa en sí misma, reflexiona a detalle su vida y su obra, en un examen riguroso donde pretende encontrarse a sí misma. El resultado es negativo, muchos de sus actos iban en pos de idealizar la adolescente que alguna vez fue, la apasionada amante que se consume en sus propias emociones. Entonces llega la duda, ¿Keiko intenta proteger esa misma idealización?, ¿sus propias obsesiones pasaron a su discípula, que intenta vengarse por un rencor que ella no había notado en sí misma?
La maldad resulta tan caprichosa que gran parte de los actos de los personajes se hacen difíciles de calificar, las intenciones se vuelven tan ambiguas que parece que ni siquiera los personajes saben qué hacen. Keiko, al contrario de lo que dice, parece que intenta vengarse de su maestra, Otoko se vuelve la más afectada por la vendetta de su discípula. Taichiro, hijo de Oki, que parece ser el blanco más inocente de la venganza, se cuestiona si al enamorarse de Keiko, ella está vengando a su maestra o él, en cambio, está desquitando el sufrimiento de su madre. También piensa en el absurdo, la relación de Otoko y su padre casi destruyó a su familia, sin embargo, “Una chica de dieciséis” novela basada en esta relación, fue su principal sustento económico. La relatividad moral forma el nudo trágico de la obra, separa en capas distintas los rasgos de los personajes, de la maldad por accidente, al sadismo, a la absoluta inocencia.
“–¿Cómo pensaba vengarse a través de mí? –preguntó Taichiro con voz dura.
–En realidad, no sabría decirlo... Quizá fuera enamorándome de usted –dijo Keiko, y sus ojos adquirieron una mirada distante, como si contemplaran la margen opuesta del río–. ¿No le parece divertido?
–¿De modo que, para usted, enamorarse es una venganza?
Keiko asintió como si se sintiera aliviada.
(...)
–Usted no debería pensar en esas cosas. Una muchacha tan joven que piensa así está a merced de los fantasmas del pasado. “
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