Deadly Class es un cómic que cuenta otra historia más de adolescencia desenfrenada, esas donde los personajes viven una juventud con máxima pasión para después madurar a través de malas decisiones y sus consecuencias. Sin embargo, todo eso se vuelve más complejo de lo que suena cuando los personajes ya han vivido lo peor de la vida, etapas oscuras en las que no se puede soñar con un futuro desde la infancia. Y, por otra parte, su futuro está en un oficio donde el fin de la vida humana sólo es una cuestión de negocio, de capricho o de despecho. Esa es la problemática en general del cómic, un mundo cruel, una etapa cruel, personas crueles, chocando con un grupo de individuos que no desean pertenecer a todo eso, mas en lo posible se adaptarán a todas esas circunstancias, esa crueldad los terminará por absorber. y estarán a un paso de formar parte de ese mundo que dicen odiar.
Deadly class, con sus diferencias, llega a ser muy similar a una de las obras que han tomado con excelencia el mismo tema: La sociedad de los poetas muertos. Ambas muestran algo muy parecido, un grupo de chicos que no tienen el control de sus vidas, no pueden tenerlo porque ni siquiera ellos saben que lo necesitan. No es hasta que un golpe de sensibilidad llega cuando los personajes se dan cuenta que no pueden ser plenamente personas, para serlo tienen que abandonarse a sí mismos y esperar que el tiempo les premie en el futuro, con el sacrificio de no vivir el futuro que ellos desearon.
Aunque los personajes ven su completa libertad en el futuro, hay cierto tipo de felicidad que puede conseguirse en el presente. El carpe diem, vivir el día de hoy, en este caso es una cuestión difícil, qué significa vivir el día de hoy, la oda de Horacio llama a no preocuparse por los designios que los dioses aguardan para una persona, no vale la pena pensar en el futuro, tan vago y misterioso, lo provechoso está en vivir con lo que se tiene en el presente. Pero la película y en el cómic no son completamente fieles a esta norma, en el filme se vuelve una cuestión de no quedarse con una idea de la vida que se tiene, se trata de revisar desde un ángulo diferente y con algo de suerte encontrar ese ángulo en que la vida resulta mejor para ser vivida. En el cómic, en cambio, nada se puede mantener, el futuro, el presente, todo en frenético cambio, ni siquiera la felicidad momentánea puede ser apreciada por los personajes, pues es sólo una fantasmagoría, un golpe bajo, como Marcus escribe en su diario:
Apretó mi mano en busca de un poco de comunión en ese momento que compartimos. No devolví el gesto, me quedé quieto, un cliché de adolescente atormentado que escondía su sonrisa. Porque Dios sólo espera que me doble, que muestre alivio, que me sienta feliz, porque cuando lo haga... Todo desapareceráGozar la juventud parece imposible en un contexto en que se es un adolescente asustado y se ha vivido como un adulto, incluso en ambas obras, el carpe diem no es una norma de vida, o una invitación al placer epicureísta, sino que se deforma, se convierte en una obligación, que si no es cumplida resulta mejor no vivir. Marcus concibe esta idea en las palabras de sus padres:
No hay tiempo para hacer pausas. No te dejes atrapar. Acelera tu vida como si fuera un semáforo en amarilloo
La ola siempre me pareció enorme. Papá decía que la ola era la vida. Esta cosas gigantesca que intenta tirarte, pero decía que debías hallar cómo disfrutar el viaje
En el caso de El club de los poetas muertos sé ve en Neil, quien prefiere morir antes que usar otra década de su vida en una actividad que no le apasiona. Ahí está la idea más fatal del adolescente, preferir vivir una vida corta y disfrutar cada día que esperar diez años a que inicie en verdad lo que quieren, y como seres inseguros dudarán muchas veces de ello, pero se verán forzados a elegir. Los adolescentes se equivocan, no es algo difícil cuando la vida por sí misma ya es compleja, cuando el mundo es difícil de entender y ellos terminan siendo un engranaje de un mecanismo que pareciera importar más que sus propias vidas.
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