No encuentro forma más idónea de
iniciar el mes de Junji Ito que dando una pequeña opinión de por qué se debe
apreciar la obra de este autor. Lo más común es pensar que es su horror, un
tanto extravagante y suficientemente poderoso para conquistar la mirada de
conocidos y extraños. Sin embargo no me apunto a esta hipótesis, en primer
lugar las únicas imágenes de Junji Ito que han logrado llegar a la iconicidad
―al menos dentro de los conocedores―, son las de Uzumaki, y eso mismo es un conflicto, pues al tratarse de una sola
obra se puede interpretar que es el encanto particular de un trabajo, y no el
talento general de un autor.
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La única imagen icónica de Ito |
Tener
en cuenta una totalidad en la obra de Junji Ito es importante, porque a diferencia
de muchos mangakas, él juega con sus propias reglas, siempre contando historias
cortas, y hasta aquellas que se podían considerar largas, están alejadas de lo
serial o si se tratan de una serie, serán demasiado breves. Y sobre todo estás
tramas cortas tendrán un fuerte lazo que las una, aunque cada trama podría
estar contenida en sí misma, Tomi y Uzumaki, Long Dream y Remina, las
historias de Mimi y las de Souichi, todas se sentirán en el
mismo despliegue de realidad. La misma realidad cotidiana que se deforma, se
corrige y repite sus procesos, como si se tratara de un espiral.
Junji
Ito tiene un contacto con la realidad muy importante ―una desventaja si
consideramos que en Japón lo cotidiano se ha vuelto genérico―, todas sus
historias están centradas en como la realidad se deforma, reminiscencia a las palabras de Lovecraft:
[…] lo
sensible nos acompaña siempre, y hay veces que una curiosa ráfaga de fantasía invade
una oscura esquina de la mente más prosaica; de forma que ningún proceso de racionalización,
reformulación o análisis freudiano puede anular todo el escalofrío que produce
el susurro en el rincón de la chimenea o en el bosque solitario.[1]
Junji Ito podría decir, no es un
autor de historias, sino de momentos, normalmente presenta una situación que se
desata hasta llegar a sus últimas consecuencias. De alguna manera juega con los
límites, en unas veinte páginas de un manga debe ser capaz de contar todo lo
que tiene que contar, lo que fácilmente se podría ver en el primer capítulo de
Uzumaki, bien podría ser el final de un one shot. Eso es en parte Junji Ito,
muchos segundos que mantienen continuidad en un minuto, sin embargo el minuto
no es tan importante como lo es el segundo.
Lo
que lleva a minimizar elementos diegéticos que normalmente resultan vitales a
ojos de las mayorías, en gran parte de la obra de Ito se podrá ver que ningún
protagonista es importante, son secos, estoicos y olvidables, pero no es una
debilidad, es una fortaleza, pues poder prescindir de protagonistas profundos
ayudará a una inserción del lector en la trama y a fijar la atención en los
antagonistas, en los monstruos de turno, que serán más vistosos, carismáticos e
imposibles de ignorar. Tal como un evento cotidiano, el punto focal de la
atención es lo que rompe con ese orden.
Julio
Cortázar al hablar sobre el cuento (que tomaré como similar al one short) dijo:
[…] el fotógrafo
y el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un
acontecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos,
sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una
especie de apertura, de fermento que
proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va más allá de la
anécdota visual o literaria contenida en la foto o en el cuento
[2]
Efecto muy presente en varias de las historias de Ito, como en “Long Dream” o en “El enigma de la falla de la amigara”,
que muy a su forma presentan un pequeño hecho que tiene implicaciones de lo más
complejas. Salvo que en Junji Ito, no es completamente la distorsión de
realidad lo que podría ser esa apertura, sino la confirmación de la realidad a
través del absurdo.
El
ejemplo más claro es en final de Uzumaki
―recomendaría no seguir leyendo si no se conoce el final― donde la misma
historia que se ha estado contado resulta en sí un espiral, regenerándose
para volver al statu quo, no es que
todo lo narrado en Uzumaki sea la
representación de las constantes rupturas a la realidad, es la realidad
confirmando su orden lógico, retorciéndose porque esa es su función en sí misma
o en palabras más simples, lo anormal en la obra de Junji Ito es lo que le
sigue a lo normal de una forma natural, en un proceso que no se rompe sino que
sigue un curso, así como lo vivo tiene que llegar a ser muerto.
Para concluir me limitaré a decir
dos cosas, Junji Ito domina un oficio como narrador de historias cortas,
comprende las implicaciones de los límites y por ende no intenta hacer una
versión en lo pequeño de lo que muchos harían en un largo espacio, sino que juega con
sus mismos límites.[3]
Segundo, comprende sus temas, y sabe darles un respaldo con la misma narrativa,
para que el horror no sea el centro de su obra, sino lo que implica ese
horror y el impacto que tiene, pensado en grados extradiegéticos y diegéticos. Dos
rasgos transversales dentro de su obra, no obstante no lo único que hace grande a este autor.
[1] Lovecraft, H.P, “El horror sobrenatural en la literatura” en El horror sobrenatural en la literatura y
otros escritos (Bibloteca H.P. Lovecraft XI), José A. Álvaro Garrido
(traducción), EDAF, México, 2002, p. 126.
[2] Cortázar, Julio, “Algunos
aspectos del cuento”, en Cuadernos
Hispanoamericanos, Núm. 255, marzo 1971, Alicante : Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes, 2009, http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc7w6w6
[3] Efecto muy presente en varias de sus
historias, como en Long Dream, donde
se existe un conflicto principal y uno secundario, que parecieran no tener
relación salvo compartir un contexto, esta historia particularmente tendrá la
virtud de girar su estructura, al ser un conflicto principal sólo la solución
del conflicto secundario. Cosa que funciona en una historia corta, pero que en una larga sería un giro de trama barato y frustrante.
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