Ya hablé de Carlos Ruiz Zafón, específicamente de su última novela el Laberinto de Los
Espíritus, libro que cerraba la saga El Cementerio de los Libros Olvidados, sin embargo lo que en esta ocasión me obliga a escribir son más
bien los cimientos del escritor, con su segunda novela publicada en 1994 El Palacio de la Medianoche.
Como
lo dije la última vez Carlos Ruiz Zafón es muy constante al usar los elementos que
le caracterizan, al grado de llegar a lo redundante, en lugar de hablar de un autor de constantes facetas y experimentos, es más correcto
decir que se va perfeccionando libro tras libro, mejorando la misma idea en
cada obra, o al menos hasta la Sombra del viento. Por lo que es lógico que no sólo existan en sus historias elementos constantes en toda su obra, sino que también hay ciertas ideas únicas de esta novela.
El Palacio de la Medianoche en este
sentido es casi un extraño ente en la obra de Ruiz Zafón. Hay elementos que
no se volverían a ver, como una historia que no se desarrolla en Europa, sino
en Asia ―que de una vez digo, sólo es un cambio de nombres porque los escenarios no varían mucho― o lo
que se podría considerar un grupo de protagonistas, donde el personaje clave
no es el narrador, aunque sin salirse de la narración
autodiegética. No obstante esta serie de cambios no basta para librarse de los lugares comunes clásicos del autor.
Esta
novela tiene un problema central, no hay una línea coherente de a dónde va, siendo
que la mayoría de los hechos clave de la historia parecieran inconexos. Lo que se nota en las múltiples
facetas del antagonista. Se presenta como alguien con poder, una
persona intocable y probablemente un mafioso o algo por el estilo. Luego se ve como un psicópata. En su segunda
aparición se apreci que tiene poderes sobrenaturales. Se cuenta su historia
y en realidad era un maniático, que por alguna razón es capaz de dar órdenes a los oficiales
de la policía. Luego hay un giro de tuerca y resulta que el padre de los
protagonistas y el villano en realidad eran el mismo, y que es un ente
sobrenatural, casi como un demonio. ¿Son
necesarias todas estas facetas en un antagonista? No, el resto de la historia
se mantiene en cierto realismo, y el personaje, pesar de su compleja identidad, no destaca.
Hay ocho
personajes principales, que pueden resumirse en un adolescente con su
respectiva peculiaridad. Ian es inseguro y quiere estudiar medicina,
Michael dibuja y no habla, Isobel quiere a Michael; es atrevida y le gusta
actuar. Hasta los protagonistas son así, Ben es temerario, culto pero con cierto
cinismo e ingenio; Sheree quiere tener amigos, ve a su padre como el gran misterio de toda su vida y ya. Estos ocho personajes forman la Chowbar Society, un club secreto que tiene como objetivo ayudarse mutuamente y mejorar el
mundo, cuyas juntas dan lugar en un edificio abandonado llamado por ellos
mismos el Palacio de la Media Noche ―cuya única importancia es darle nombre a la novela―. Todos sus integrantes son huérfanos, y la historia se sitúa cuando
estos personajes están por abandonar el orfanato al haber cumplido la
mayoría de edad, dieciséis años, marcando el fin de la Chowbar Society.
Cuando estos personajes salgan del orfanato, el antagonista irá por Ben y Sheree. ¿Por
qué esa espera? Bueno, no está enterado de quién es en realidad Ben, sólo sabe
el día que entró al orfanato, fecha que
sería marcada como su cumpleaños. Modus operandi en verdad extraño,
pues cuando llega la fecha lo único que hace es atacar al director de la
institución, el cual tras el ataque le advertirá a Ben que corre peligro y
este mismo iniciará una investigación que lo llevará directamente, a él y sus
amigos, a las manos del antagonista, supongamos que ese era el plan desde el
inicio.
¿Por qué me salí de tema, si estaba
hablando del antagonista? Bueno, es que para entender lo ridículo que es el
villano se debe entender a sus rivales. Son adolescentes, huérfanos, con cierto
ingenio y algunos talentos, pero que en realidad no son capaces de enfrentarse
ni a mafiosos, ni a psicópatas, ni mucho menos a un ente sobrenatural. En el
anime de cierta forma funciona que de repente los villanos reciban tantos
cambios, pues después de todo, los protagonistas de igual forma van cambiando.
Pero en este tipo de historias, sólo deja la posibilidad a convertirse en una narración de horror. Y de hecho lo hace, la última parte de la trama es una insípida sesión de tortura, con un forzado sacrificio que convence a reconsiderar la vida al villano y dejar libres a los protagonistas, mientras él muere.
La
historia no tiene un punto, la conclusión no deja nada, no hay un mensaje o alguna moraleja que justifique todo, parece más bien una sucesión de hechos
aleatorios pretendiendo ser interesantes, pero que nada se justifica con nada.
Hay un montón de personajes que en realidad sólo están para formar
ambientación, la Chowbar Society fácilmente se pudo resumir
en la mitad de intrigantes con el doble de profundidad, porque todos se ajustan
a un rol, y el problema es que ese rol los limita.
Al
igual creo que se pudo haber ahorrado tantas facetas del villano, que al fin de
cuentas lo hacen pedante e irritable, y el problema no es odiar al villano por
ser malvado, el problema es que en realidad parece estar escrito para ser algo
como el Joker, es insoportable, cada frase que dice está forzada,
cada vez que habla está esa intención de ser ingenioso y emblemático,
pero no lo logra. Hasta tiene una historia de trasfondo que explica porque se
hizo malo, aunque no justifica en lo que se convirtió, pareciera una historia
aparte.
No
es una buena novela, quizá resulte interesante para un lector novel, mas a
mi parecer historias similares mucho mejores como Gotham Academy. Por otra
parte, podemos concluir que la práctica y el aprender de los errores no son meramente consejos vacíos, sino que funcionan, como Carlos Ruiz Zafón nos mostraría con sus siguientes novelas.
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