Durante mis primeras lecturas de adolescencia el principal criterio para disfrutar de cualquier obra narrativa era ver en ella una parte de mí mismo. Encontrar un personaje que tenía algún rasgo de mi personalidad significaba un punto en que no podría dejar la obra, a partir de ese personaje veía un oráculo, el cual me diría el futuro de mi vida en el transcurso de la o bra. Con el tiempo aprendí a apreciar cada historia por distintos aspectos, e incluso a dejar de buscarme como si los libros fueran espejos, sin embargo aún hoy me sorprende cómo me es tan sencillo leer cosas de poco interés con suma facilidad sólo porque hay algo de mí en ese libro. Marina de Carlos Ruiz Zafón por mucho tiempo significó el mejor ejemplo de un libro que me gustaba por esas razones. Cuando leí la novela no pude parar, en ella veía un conjunto de cosas en las que se formaba mi personalidad. Por su tono podía imaginar cada escena como una película de Tim Burton, en aquella atmósfera qu...
"¡Sí, no soy más que un vagabundo, un peregrino en la tierra! ¿Eres tú algo más?"